La corta edad de Ana Frank, una vez más nos demuestra que probablemente sean los más jóvenes los que no tengan miedo a escribir lo que piensan. La disparidad política de todos los tiempos genera miedo entre las razas. Las cosas están cambiando pero lo hacen bajo la mirada del que sigue desprestigiando al que no piensa como la mayoría. Un menor grupo de personas sigue siendo el alma crítica de cualquier sistema pero siguen siendo los locos, los rebeldes y los oportunistas. La ciudadanía se ha cansado de no tener la voz para opinar cómo vivir conforme a nuestros estilos pero dicen, que seguimos siendo los menos. Las opresiones de Instituciones del pasado, nos han enseñado a perder el miedo a salir a la calle y defender lo que es nuestro. Ahora, escribimos todos. Gritamos con descaro lo que no nos gusta de los que nos mandan. Sin embargo, el miedo se hace realidad cuando volvemos a casa. Falta de confianza en nosotros mismos. Unos prefieren lo ya establecido. Quizás estos sean la gente de mayor edad y sus fieles seguidores tradicionales. Pero otros, los más jóvenes están generando un gran cambio. Ahora, su líder, es él mismo, el ciudadano. Creen en ellos mismos aunque no tengan el poder. Un poder que no les hace libres. Les aíslan en pensamientos, en escondites públicos que ya todos conocemos. Las guerras y campos de concentración son los nuevos brotes de ideas para el presente. Confusas y sin fundamento. Algo que les sigue haciendo prisioneros.

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